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El grito del Norte: los chihuahuenses también marchan.


El movimiento en solidaridad con Ayotzinapa se ha extendido a todo el país, el Estado asesino y defensor de los monopolios ya no tiene dónde esconderse. Pueblo unido, ¡a vencer!

Se dice que en el norte “nunca pasa nada”, que lo de las marchas y manifestaciones son asuntos del sur o del centro y que en otros lados eso no sucede. Sin embargo, la historia del estado de Chihuahua nos demuestra que no es así: desde las andanzas de la División del Norte y Francisco Villa hasta las del Grupo Popular Guerrillero y Arturo Gámiz; desde la huelga de Pinos Altos (la primera huelga en América Latina) hasta el movimiento estudiantil de los años cincuenta y sesenta, la gente de chihuahua ha demostrado una y otra vez su decisión y valentía para afrontar al opresor. No es verdad que los norteños no luchen: recordemos que Tomochi fue la cuna de la Revolución Mexicana y que el Porfiriato terminó con la batalla de Ciudad Juárez; del mismo modo, la gran historia de la guerrilla en México comenzó con el asalto al cuartel de Madera, Chihuahua, liderado por el GPG en el 65’. El Norte siempre ha sido un referente importante para la lucha revolucionaria del pueblo de México. Hoy, que la lucha de los normalistas reúne a los distintos sectores populares en contra de los horrores desatados por el Estado terrorista y represor, el estado grande no se queda atrás.

 

Mientras en Guerrero el pueblo avanza en la lucha decidido hacia la toma del Poder, destroza las sedes de la administración y los partidos burgueses y se enfrenta valiente a la policía; mientras que el Distrito Federal se estremece con las imágenes de las puertas del Palacio Nacional en llamas, imágenes que han recorrido el mundo y puesto en evidencia el imparable descontento de las masas; mientras todo esto pasa, los paros estudiantiles se extienden a todo el país, más allá de las universidades y escuelas que siempre los hacen y llegando hasta lugares en los que nunca antes se había ido a paro, como en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) Campus Chihuahua, donde el 6 de noviembre pasado un mitin de 60 estudiantes anunció…¡un paro universitario! Inaudito, pero consecuencia inevitable del auge del movimiento desatado en repudio contra la represión brutal, fruto de la agudización de la lucha de clases en un contexto de capitalismo global en crisis, un sistema de explotación e injusticia dando sus últimos desesperados intentos de impedir la Revolución que se acerca.

Este paro se da en un contexto de crisis política y desprestigio del gobierno priista a nivel nacional, pero también a nivel local, donde el muy odiado gobernador César Duarte enfrenta duras acusaciones de corrupción, enriquecimiento “inexplicable”, abuso de poder, represión y asesinato de líderes sociales. Tal es el caso de Ismael Osorio Urrutia y Manuela “Manuelita” Solís Contreras, dirigentes campesinos de El Barzón asesinados por el Estado por defender el derecho de su pueblo al agua y atentar contra los intereses de las mineras canadienses, enormes monopolios que usan al gobierno para matar cuando sienten amenazado su dinero. Los compañeros barzonistas no se han quedado quietos y el pasado 23 de octubre se manifestaron en el centro de Chihuahua capital para exigir justicia exactamente a dos años de este otro crimen de Estado. A pesar de la represión, la marcha enardecida logró penetrar en el mismísimo edifico del Palacio de Gobierno y los campesinos colocaron una manta desde adentro en memoria y denuncia del asesinato de sus camaradas y hermanos. El asesinato de los barzonistas (que no es el primer golpe que sufren) y el episodio del mes pasado son un claro reflejo de la lucha de clases en el estado grande: por un lado, el capital intensifica sus procesos de acumulación mediante el despojo, para lo cual necesita que el Estado se ensucie las manos con sangre proveniente de los focos de resistencia alzados contra su rapiña; por el otro, un sector popular (el semiproletariado agrícola) organizado se enfrenta al Poder que se llevó a sus compañeros y le espeta un reto en su mera cara, en el mero símbolo de su soberbia e impunidad. Claramente, la lucha de clases es un hecho relevante para Chihuahua.

Poco después del 23 empezaron las marchas por Ayotzinapa. Al principio pequeñas, sí, pero que cada vez van agarrando más fuerza. Apoyadas, como en todo el país, por la potencia subjetiva que representa el alto nivel político y organizativo de los normalistas rurales, presentes en el estado en la Escuela Normal Rural “Ricardo Flores Magón” en Saucillo. En estas marchas se nota la presencia de estudiantes de la UACH, que marchan exigiendo justicia a pesar de las amenazas que muchos han sufrido. Su participación representa un gran avance, en especial si se toma en cuenta la imagen que normalmente se tiene de que en Chihuahua “no pasa nada” y el miedo que la terrible violencia del narcotráfico sembró en la sociedad. El hecho de que los estudiantes chihuahuenses por fin se movilicen después de tanto tiempo confirma que las cosas están cambiando en nuestro país y que ya pronto se acerca un punto de quiebre, no es cualquier cosa que el movimiento tenga ecos tan fuertes en Chihuahua. En el próximo periodo es muy factible que una vez más crezca una fuerte organización estudiantil en el Norte.

A pesar de las muchas causas para el optimismo, siempre se debe de tener en cuenta la reacción de la burguesía contra la lucha del pueblo. Chihuahua es un estado estratégico por su riqueza natural (gas y mineral), su sector industrial y manufacturero y, por supuesto, su cercanía con los Estados Unidos, por lo que los ricos y poderosos harán lo que sea para impedir que los trabajadores, campesinos, desempleados y otros enemigos del sistema se junten y se organicen. Esta reacción la vemos, por supuesto, en el asesinato de los barzonistas pero también en los colegios de bachilleres: muchos compañeros han denunciado hostigamiento, amenazas e incluso destrucción de materiales elaborados para difundir la solidaridad con los normalistas de Ayotzinapa. Que nos repriman es entendible: no debemos amedrentarnos ante su violencia, sino, al contrario, comprender que si lo hacen es porque temen profundamente las consecuencias de una clase obrera fuertemente organizada que avance al lado de sus aliados en las masas populares. Las escuelas públicas como los bachilleratos, los Conaleps y demás son campos fértiles donde se deben de regar las semillas del pensamiento revolucionario, que deben ser atendidas para que arraiguen firmemente los principios de la ciencia del marxismo y enseñen a los jóvenes el camino de la lucha revolucionaria, por la emancipación del pueblo, la construcción del socialismo y la llegada del nuevo y glorioso amanecer comunista.

Los sucesos recientes en Chihuahua son claras comprobaciones de las leyes básicas de la lucha de clases tal como es descrita por la doctrina marxista. La coyuntura de Ayotzinapa abre una nueva correlación de fuerzas propicia para la extensión y consolidación del Partido proletario de vanguardia. Es la tarea de todos los comunistas saber aprovechar este momento para llevar la confrontación con el Estado a su punto máximo y detectar los mejores rumbos por los cuales caminar en la lucha durante este periodo específico. El primer paso: conformar el Partido Comunista y su Federación de Jóvenes Comunistas en Chihuahua, para que sirvan de referente y aglutinen las fuerzas revolucionarias del estado grande, tan largamente ignoradas por los autoproclamados grupos “de izquierda”.

¡Porque el color de la sangre jamás se olvida! ¡Solidaridad con Ayotzinapa! ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

¡Adelante en la lucha, camaradas chihuahuenses, por el poder socialista y por la Revolución!