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Metafísica y Materialismo Dialéctico



Por Miguel

Existen consideraciones generalizadas en la sociedad acerca de aquello contemplado como el objetivo de vivir, puede ser en el sentido de cómo debe ser la actividad productiva del individuo, la carrera profesional a elegir, las posesiones materiales a obtener, la pareja a conseguir, el tipo de familia con qué convivir, el lugar al que se debe aspirar para vivir, la escuela a la que se debe aspirar, etc. Todo en un plan previamente elegido para cada individuo, cada plan con sus diferencias pero en esencia el modo de producción capitalista y la sociedad que produce éste requiere de ciertas concepciones acerca  de cómo es que los individuos habrán de concebirse a sí mismos antes, durante y al fin de la vida.

Lo anterior nos sirve de punto de partida crucial, pero no nos detendremos a profundizar acerca del hombre alienado, sino que damos un vuelco hacia la consideración del ser en la vida y lo concreto, específicamente en la vida humana, esto con la intención de plantear la posibilidad de teorizar sobre el desarrollo vital, de tal forma que se rompa con el formalismo y aridez metafísica que está en el fondo de las consideraciones del “deber ser” del humano, que su desempeño vital  está sumergido en dicho modelo de producción; lo cual nos guiará a comprender nuestras propias vidas en un nivel genuino y verdaderamente propio pero no en el sentido individualista, “egoísta” y tosco, propio de aquella persona que se encierra sobre sí mismo y su entorno de familiares y amigos más próximo.

Por el contrario, aquello que es vivo, concreto y real, (como lo es el humano) es contradictorio, infinito en sus conexiones e interacciones en lo universal, tiene un movimiento interno y con respecto a esas conexiones e interacciones, movimiento que va desde sí hacia afuera y viceversa; por lo tanto las personas están en relación a la sociedad y es ahí donde se da su desarrollo y su vida.

De lo anterior podemos concluir que comprender nuestras propias vidas no es una comprensión unilateral de sí mismo, sino que en la medida que conocemos más y más aquello concreto en interacción con respecto a nosotros nos comprendemos más a nosotros mismos, por otro lado, al comprendernos en lo concreto propio conocemos lo universal.

Pasemos pues a oponer la metafísica del “deber ser” del ser humano en el sistema capitalista con respecto a una concepción de la realidad fundamentada en la búsqueda y conocimiento de lo concreto en su ser genuino.

Metafísica

La metafísica considera que todo aquello que percibimos solo es un hecho meramente superficial, grosero y burdo, que eso que se aparece a nuestros sentidos es producto de un algo incognoscible o sólo capaz de ser conocido por el sabio que crea el sistema metafísico cómo parte de una suerte de revelación mística de la que participa. Para dicha concepción del mundo, cada apariencia es la expresión innoble de un algo trascendente y absoluto que se debe sólo a sí mismo, por lo tanto, todo aquello que percibimos son meras formas sin nexo ni movimiento propio o con respecto a las demás, donde la esencia trasciende la forma y la forma puede o no tener relación alguna (de forma mística) con la esencia de acuerdo al sistema en cuestión.

En la vida cotidiana tenemos planes, aspiraciones, proyectos, deudas, obligaciones, metas, prospectos, sueños, patrones de lo que queremos que sea tal o cual cosa. Cada uno en relación a interacciones con medios sociales específicos, medios de comunicación, etc. Nos han dado un cuento de lo que “es” la vida y de lo que “debe ser” la nuestra, con sus inflexiones respecto a cada QUIEN, pero al final es el mismo cuento.

Entrevemos ya la metafísica imbuida en lo antes dicho, en primer lugar, el cuento (por tomar el más difundido), el modelo es el mismo: busca tener esto, busca tener lo otro, mientras más tengas serás más feliz, en verdad feliz; no hay lugar para una historia propia con sus respectivas particularidades, movimiento e interrelaciones, no hay lugar para lo diverso, es reducir los aspectos de la vida a una “forma” determinada e invariable, aún más, eterna, la que siempre ha sido y siempre será, no hay cabida para criticarla, compararla, negarla. Respecto a nosotros mismos una vez que hemos asimilado algún modelo de lo ideal, mantenemos la firme, rotunda e inflexible convicción acerca de los patrones de pensamiento que surjan de dicho modelo, así como aquello que “debe ser” y “debemos ser”, nuevamente no hay cabida para los puntos de quiebre, el movimiento, el cambio, la particularidad de los distintos momentos de la vida, no hay cabida para lo paradójico, pero, ¿no es acaso así la verdadera forma de la vida?, ¿acaso no es así aquello que nos marca y nos hace sentir vivos?, lo que se desarrolla, lo sorpresivo, lo variado, etc.

Dirigimos nuestra vida bajo una concepción rígida, inmanente, unilateral, cuando el conflicto y los ritmos naturales de la vida en su normal cualidad aparecen nos preocupamos, caemos en la desesperación, la decepción y la frustración, pues queremos una vida que se adapte a una abstracción meramente idealista, inflexible en un árido formalismo metafísico.

Se abre pues la interrogante: ¿Podemos construir un entendimiento de nuestra propia vida que sea superior, propio, que busque a la vida en sus particularidades y peculiaridades, más profundo, más genuino?, la respuesta desde la filosofía es afirmativa, pero seríamos muy infantiles si pensáramos que dicha respuesta se basta, debemos siempre ser conscientes de la contraparte que corresponde a la sociedad en relación a lo que envuelve sobre el individuo y que no es designado por el pensamiento y la práctica del individuo, cuyo papel es de órden superior; papel que será distinto, superior y genuino al estado actual de la sociedad capitalista sólo en un nuevo orden social reconstruido de pies a cabeza, específicamente: en el socialismo-comunismo.

Lo Concreto (La dialéctica)

Todo es sólo devenir, lo único real es el devenir (Hegel). El devenir es causa de aspectos sinérgicos en una infinita vastedad de: interacción universal, contradicción, movimiento universal, movimiento externo e interno. La vida entonces es parte de ese devenir universal, es preciso encontrar a la vida en su verdadero modo de ser, actuar bajo una correcta concepción de su naturaleza, fluir en su corriente de infinito movimiento no unidireccional, no único, convencidos no en una certeza metafísica, sino en un movimiento superior de la razón dónde las apariencias opuestas se cambian unas por otras y se superan.

Esta razón, la razón dialéctica, no es un absolutismo, por el contrario, alcanzamos a la vida en su concreto ser, accesible, tangible a nuestro pensamiento y actuar, pero hemos de perseguir lo que es la vida de forma indefinida en su infinita variedad, entonces nada podrá ser llevado al pensamiento como absoluto, lo absoluto no residirá en un ser preciso, sino en la suma de todos con todos los momentos universales del devenir, alcanzamos a la verdad y a la vida solo de manera parcial en determinaciones específicas y seres aislados de una forma más integral, pero con consciencia de que aunque el absoluto sea la suma de todo lo que es, un ser ya contiene algo del absoluto pues está en ese conjunto.

Con esta razón no evitamos las contradicciones de la vida, sus puntos de quiebre ni su complicado modo de ser, pero si tomamos consciencia de lo que en realidad implican y son, no de forma absoluta pero si en sus interacciones internas y externas, aunque siempre profundizando más para regresar nuevamente al exterior y contemplando interacciones más amplias.

Tampoco evitamos la frustración, el dolor, el sufrir, el ansia; pero ésta razón implica una gran superación donde encontramos a la vida en lo concreto en oposición con respecto a la burda metafísica de un formalismo marchito y completamente estático en el que actuamos en una mera programación mecanicista,

Existirá pues una gran diferencia en el mecanicismo que se toma como absoluto y que no contempla los quiebres, las contradicciones y las crisis, en respecto de una razón que las contempla en una forma superior en el devenir, en el que incluso la contradicción representa no menos que una oportunidad para la acción.

La vida es pues no un algo donde sus partes tengan realidades aparte con respecto a ellas, sino un conjunto pleno e interconectado, en el que no existe un aspecto más o menos importante, la importancia de cada aspecto será de acuerdo al momento específico en su comprensión con respecto a las demás partes y momentos en conjunto, siempre tomando en consideración tanto cuanto nos es posible el extender dicha comprensión dialéctica.

De lo anterior podemos deducir que desarrollamos la teoría da una práctica: la vida; donde empezamos con el concepto hasta llegar al conocimiento por mediación dialéctica de praxis y teoría. Nos sumergimos no en una práctica tosca y burda, sino recogemos a la práctica y a la teoría en un movimiento superior de razón dialéctica y praxis. Una poesía donde el individuo no se encierra en sus adentros en un absurdo solipsismo, ni en un mecanicismo de lo inmediato; sino en integración en el devenir universal.